Pareja que perdió a 3 hijos adopta a niña famélica apodada «hija del diablo»: ella se convierte en bailarina famosa
Una niña que nació en 1995 tuvo una vida difícil luego de perder a sus padres. Su estancia en un orfanato resultó ser una pesadilla, pero todo cambió cuatro años después.
Michaela DePrince se enfrentó a retos y dolor que la mayoría de la gente nunca conocerá. Ya había pasado por un inmenso sufrimiento a una edad temprana; la niña no veía ninguna razón para sobrevivir.
El vitiligo le dejó manchas blancas en el cuello y provocó insultos de su comunidad local en Sierra Leona, África occidental. Las personas la ridiculizaron y le dijeron que nadie la adoptaría.
Era la número 27
Etiquetada como la «niña del diablo», DePrince pensaba que era un monstruo y compartió su experiencia de crecer en un orfanato. Contó:
«Nos clasificaban. El número uno era el niño favorito, y el número 27 era el menos favorito… Yo era el número 27».
Pasó muchos días de hambre y las cosas parecían no tener remedio hasta que vio la foto de una bailarina en una revista. Michaela estaba intrigada y anhelaba ser feliz y hermosa como la mujer de la foto.
DePrince expresó: «No fue solo el hecho de que sea una bailarina. Es que parecía feliz. Y yo quería ser feliz».
Cuando una pareja estadounidense la adoptó en 1999, les dijo que quería bailar. Los padres, que habían perdido a tres hijos, estaban encantados de acoger a Michaela en sus vidas.
Elaine DePrince y su marido colmaron de amor a su nueva hija, la llevaron a clases de baile y la ayudaron a recuperar su autoestima. Al principio, a la joven le costó aceptar su nueva vida.
Estaba agradecida, pero había sufrido muchas pérdidas, rechazos y decepciones. Dijo: «Solía dormir con la luz encendida. Me aterrorizaba pensar que si la apagaba, al despertarme estaría de nuevo en el orfanato».
Con el tiempo, se adaptó por completo a su nueva familia y empezó a trabajar para conseguir su objetivo de convertirse en bailarina. DePrince trabajó duro y declaró: «La única forma de sobrevivir era… demostrar que todo el mundo se equivocaba».
Su trayectoria como bailarina vino acompañada de retos, ya que se dio cuenta de que el color de su piel también era un problema para algunas personas. Además, Michaela se sentía insegura de su aspecto y le preocupaba que la gente se burlara de ella.
Su madre adoptiva le aseguró que las manchas blancas de su piel parecían «polvo de hadas», y poco a poco convirtió sus preocupaciones en confianza.
DePrince demostró que todos estaban equivocados y bailó en muchos escenarios. Su historia anima a los demás a seguir soñando sin importar las circunstancias.